Comentario
Las divergencias protomanieristas toman otra dicción en el quehacer arquitectural del también pintor Giulio Pippi, más conocido como Giulio Romano (nacido en Roma al acabar el Quattrocento), discípulo y colaborador de Rafael en las Estancias, de las que la del Incendio le pertenece en parte, y enteramente la de Constantino, así como en las Logias y en Villa Madama, que entrañan una copiosa tarea de fresquista.
Su faceta de arquitecto está ligada a Mantua, donde le llamó ya desde 1524 el marqués Federico II Gonzaga, a indicación de Baltasar de Castiglione. Fábrica de gran amplitud es el Palacio del Té, donde predomina en su acusado horizontalismo cierta robustez militar que rubrican las portadas en los cuatro lados del gran patio cuadrado, que retoman el almohadillado de la romana Porta Maggiore y su versión rústica ya empleada por Bramante. Columnas gigantes de orden toscano engloban ventanas abiertas o ciegas de ascendente vertical, sucedidas por otras apaisadas. El airoso pórtico que conduce al jardín es una tribuna con tetrástilos, sosteniendo vanos de corte serliano. En algunas de sus salas, como las de los Gigantes, dejó frescos de convulso expresionismo.
En la ampliación del Palacio Ducal, no lejos de la famosa Cámara de los Esposos pintada por Mantegna, aun empleó un más abigarrado ropaje de columnas salomónicas entorchadas en el patio de las Caballerizas, sin olvidar su almohadillado rústico. Y en su propia Casa (1538) de Mantua, insiste en similar dicción anticlásica. Fue más clasicista en fábricas religiosas como la Catedral mantuana, que rememora basílicas paleocristianas como Santa María la Mayor de Roma.